Si hay una dulzura digna de ser declarada orgullo nacional es sin duda el alfajor. La astucia argentina para la combinación de los ingredientes perfectos dio un resultado sin igual: masa fresca, dulce de leche y chocolate. Delicias que combinadas en la justa proporción dan orígen a un producto que nos acompaña desde hace siglos y nos representa frente al mundo.
La puesta en valor de las creaciones nacionales no es siempre tarea sencilla y más aún cuando la popularidad de los mismos genera numerosos competidores. Definir una receta especial, sostener una visión a lo largo del tiempo y respetar los estándares de calidad no es siempre sencillo aunque sí posible. Este es el caso de la emblemática fábrica Havanna, abanderada entre las representantes de los alfajores de industria nacional.
Historia
Como sucede con los íconos, la historia acerca del origen del que fuera un emprendimiento modesto tiene más de una versión. De lo que podemos estar seguros es de su nacimiento entre un grupo de amigos frente a la Costa Atlántica, con un proyecto común. En la ciudad de Mar del Plata un grupo de tres amigos y socios conformado por Demetrio Elíades, Benjamín Sisterna y Luis Sbaraglini funda el local que será luego considerado referente de los alfajores más argentinos de todos.
En un momento en donde Mar del Plata crecía como destino turístico, lo que supo ser una confitería bailable se abocó a la producción de una golosina premium. ¿Y el nombre? Lejos de lo que podemos imaginar, Havanna deriva de la capital cubana cuyos ritmos caribeños sonaban en la antigua confitería.
Por su calidad superior y elaboración artesanal distintivas tardaron poco tiempo en instalarse como souvenir indiscutido de todo visitante que recorre la Costa Atlántica. Pasar de confitería a fábrica de alfajores -y posteriormente de diversas delicatessen- lleva décadas y logra siempre mantener como lema la calidad de materia prima y la elaboración a la vista como parte del atractivo.
Innovación
Lo que permite a un local subsistir y mantenerse vigente a través del paso de los años es la capacidad de innovar. Partiendo de su pintoresco origen en La Feliz hasta la incorporación de Havanna delivery de todos los productos más exclusivos, la compañía ha sabido mantenerse al día para no perder su posición en el corazón de todos los argentinos.
Resulta interesante ver cómo, a lo largo de su historia, la oferta ha ido diversificándose sumando progresivamente más productos y servicios. Con sus jóvenes inicios en la elaboración de alfajores, incluyendo luego los inconfundibles havannets de dulce de leche y dando el gran salto con la incorporación del café, Havanna acapara todos los placeres en un mismo lugar.
Calidad
Si hay un factor que se ha mantenido a lo largo de toda la historia de la fábrica más famosa de alfajores es el de la calidad de los productos y la atención, tanto al público como en el interior de cada uno de los locales para con sus empleados. Resulta curioso hoy en día que, según declaraciones del actual representante de la marca, en Havanna hay cero rotación de personal.
Sin escatimar en costos en materia de recursos humanos, la fábrica y los distintos locales han priorizado fortalecer la relación de los trabajadores con la compañía; como así también la de los clientes con sus productos. La elaboración artesanal no ha cambiado, por lo que su costo adicional frente a otros productos de la competencia está basado en el proceso de producción a escala humana.
La presencia de los alfajores Havanna en el imaginario de los argentinos no es fruto de la casualidad sino el resultado de una historia en donde la meta siempre fue la calidad. Mantenerse vigente conservando una identidad propia es la característica que ha permitido a los alfajores Havanna ser los más elegidos por generaciones de argentinos.